Un equipo de jóvenes logró representar a Cuba en una cita sin precedentes para el país antillano: la Competición Internacional de Matemáticas para Estudiantes Universitarios. Conozca quiénes son nuestros primeros representantes en el evento, cómo llegaron a esta contienda de números.
Por Laura Amelia Álvarez y Bismark Claro Brito
Dos exámenes escritos, uno por día; un total de ocho horas — de nueve de la mañana a una de la tarde en cada jornada — para resolver ocho preguntas de notables niveles de complejidad. El edificio «José Varona» resguarda números, seres pensantes, teoremas, cálculos, mucho razonamiento y más números. Se acaba el certamen y una estudiante de la Universidad de La Habana (UH) dice: «No hay un algoritmo único que permita resolver todos los problemas».
Sobre la mesa hay diccionarios bilingües; se debe responder en inglés. No hay mucho tiempo para pensar en cosas ajenas a la ciencia deductiva. Unos esperan a que se les ocurran ideas para acercarse a posibles conclusiones; algunas veces logran avanzar; otras no, y pasan a la siguiente pregunta.
En tanto, otro estudiante levanta la cabeza, divisa al resto en plena búsqueda. Vuelve a la faena. Hay nervios y estrés… Se acaban las cuatro horas de la primera jornada. Alguien se queda con las ganas de seguir escribiendo, mejorando soluciones… «Creo que el cerebro me funcionó a toda máquina», murmura un joven rubio. Es martes 3 de agosto de 2021. Al día siguiente continuará el concurso.
Euclides dijo que el 6 es el número perfecto — piensan algunos antes de volver a casa — por ser igual a la suma de sus divisores: 1, 2 y 3.
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Mientras la delegación deportiva nuestra daba lo mejor de sí en la capital nipona durante los Juegos Olímpicos de Tokyo, Cuba escribía también su nombre en otro evento de carácter competitivo, por vez primera. En modalidad virtual, debido a la situación epidemiológica mundial, seis representantes de la UH participaron en la Competición Internacional de Matemáticas para Estudiantes Universitarios (IMC, por sus siglas en inglés), que cada año se realiza en Bulgaria.
Sofía, Juliet, José Julián, Luis, Marcos y Daniel se han presentado regularmente a la Olimpiada Iberoamericana de Matemática Universitaria (OIMU); y cuando conocieron que este año no necesitaban viajar para asistir a la IMC, se pusieron a estudiar los temarios aplicados en ediciones anteriores. En realidad no se desarrollaron procesos selectivos y la preparación fue casi nula, con un gran peso autodidacta.
No obstante, el entrenamiento recibido en la preselección nacional durante el preuniversitario y los primeros semestres en la universidad les permitieron enfrentarse a problemas cuya resolución exigía conocimientos más avanzados. Por eso, Daniel les agradece a sus guías Sebrango y Catalina, del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas «Eusebio Olivera», de Sancti-Spíritus; y el resto recuerda a Evidio Quintana Fernández, la persona que les inculcó el amor por la asignatura cuando llegaron a Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas «Vladimir Ilich Lenin».
«Desgraciadamente, los estudiantes de MatCom (Facultad de Matemática y Computación) no tienen demasiado interés en las olimpiadas universitarias. No hay tradición de ello y es algo que nos proponemos cambiar. Este año el costo era asequible para el país, por ser online. Había que pagar 25 dólares por concursante y la Universidad asumió los gastos. Participar en la IMC de 2022, que sí será presencial, es un objetivo definido. Nos dedicaremos a encontrar el financiamiento necesario», comenta la estudiante de segundo año de Matemática, Juliet Bringas Miranda, quien conquistó medalla de oro en la competencia.
Rita Alejandra Roldán Inguanzo, representante de la delegación, refiere que en cuanto la dirección universitaria conoció sobre el interés de los aspirantes los apoyó, a pesar de las limitaciones tecnológicas. «Cuba está en una lista de países (grupo E) — explica la doctora — a los que se les bloquea el acceso a muchos sitios. Eso dificultó mi trabajo como líder al no poder acceder a los espacios donde se comunicaban los miembros del jurado. También se produjo un costo muy alto con el uso de datos».
Pero ninguna restricción anula los resultados obtenidos, los cuales ubicaron a la UH en el puesto 40 en un primer momento (actualmente el 39), de un total de 113 academias. Y es que, al decir de Luis Enrique, de los certámenes competitivos en los cuales ha participado este ha sido el más confortable, no solo por todas las condiciones ofrecidas por la casa de altos estudios capitalina sino también por las atenciones del personal presente.
Otro eslabón capaz de garantizar resultados es la instrucción de los estudiantes. José Julián Díaz Pérez, merecedor de una presea plateada en su debut a nivel mundial, se ajusta a la poca preparación, a las condiciones reales del conjunto y confía en sus potenciales.
«Debemos prepararnos más, pues tenemos que dar más como equipo y alcanzar un mejor papel», asevera el también ganador de bronces en la Olimpiada Matemática de Centroamérica y el Caribe (OMCC) 2016, en la Olimpiada Iberoamericana de Matemática (OIM) 2018 y en la OIMU 2019, así como plata en la OIMU 2020.
En cuanto a las emociones, no hubo que esperar a la premiación — la visualizaron vía YouTube — . El estudiante de tercero de Física, Daniel Josué Perdomo Pérez, califica la experiencia de genial. La virtualidad no le quitó el encanto, pues todos examinaron en el mismo local. Escanearon las respuestas y las enviaron, en formato PDF, a un link previamente definido.
Por su parte, Juliet considera que así las pruebas provocan menos tensión. «Uno se siente más en casa y, además, no estás viendo la inmensa masa de competidores que se enfrentan a ti». Sin dudas, estar en tu país de residencia y realizar el examen en la institución donde estudias contribuye a la relajación.
Los seis jóvenes decidieron conformar un equipo para representar a la más antigua casa de altos estudios en la nación cubana. No obstante, Marcos Manuel Tirador del Riego, estudiante de segundo año de Ciencias de la Computación, aclara que se podían presentar todos los interesados, ya fuese de modo individual o colectivo.
El también medallista de bronce en la IMC 2021 revela que este tipo de concursos no está pensado para que se logren resolver todos los problemas. «De hecho, nadie en el mundo lo hizo», señala. Por tanto, se concentró en los ejercicios que podía resolver.
«Mientras estaba en el concurso no me sentí por debajo. Luego, conversando con mis compañeros, me di cuenta de cierta desventaja con respecto a ellos. En un ejercicio, al menos, hubiera tenido más probabilidades de llegar a la solución, si contara con algunos conocimientos que se dan en la carrera de Matemática», apunta Tirador del Riego, mención honorífica de la (OMCC) de 2016 y de la Olimpiada Internacional (IMO) 2017, así como merecedor del bronce en la Iberoamericana (OIM) 2018.
Al igual que Marcos, Sofía Albizu-Campos Rodríguez, ganadora de oro en la cita, valora la posibilidad de regresar a la IMC con más preparación. Si bien su conjunto de herramientas aún no es muy completo — lleva poco tiempo en la academia — , habla de ir con mucha seguridad a los exámenes, porque dudar ralentiza el trabajo.
Bajo esta máxima, ella y sus colegas han cosechado el reconocimiento internacional. Además, van acumulando puntos para el premio al mérito científico; mas, «no se les exonera de sus actividades curriculares», destaca Rita Roldán.
De menos (-) a más (+): el camino
Todas las disciplinas científicas son tan ricas en contenido, que los afluentes para aproximarse a ellas pueden ser diferentes para cada individuo. Sofía comenzó a interesarse por la materia a fines de la secundaria. Salió bien en los concursos nacionales de noveno grado y se entusiasmó, al menos como para optar por La Lenin.
Pasados los tres años en esa institución educativa, tenía total certeza qué carrera iba a escoger, «se caía de la mata». Hoy, con una presea de oro perfecto en la OMCC 2017, una de bronce en la OIM 2018 y una mención honorífica en la IMO de 2019, agradece a su familia, a su novio y a sus profesores. Además, reconoce que se necesitan ciertas habilidades para asumir un trayecto constituido por estudio y tesón en un 90 %.
En la Vocacional, Sofía convivió con Marcos, José Julián, Luis Enrique y Juliet. A esta última le encantaban las competencias de la asignatura; le exigían mayor creatividad que los ejercicios realizados en el aula. Esto la atrapó desde temprana edad. La afición le llegó como herencia.
«Mi padres son matemáticos. Con mi papá me ponía a resolver los problemas desde que estaba en secundaria — recuerda la acreedora de un bronce en la OIM de 2018 y una mención honorífica en la IMO de 2019 — . Siempre admiré su ingenio y me divertía mucho esta actividad junto a él».
Algo así le sucedió a José Julián. El muchacho plateado tuvo como principal referente a su hermano, graduado hace unos años de la misma carrera que actualmente estudia. Por tanto, «desde pequeño me enseñó de Matemática, cosas como raíces cuadradas y números negativos en segundo y tercer grado. De forma general, me inculcó el amor por esta ciencia pura».
En ese afán por los números también descubrió el placer en los cálculos rápidos. Participó en par de ocasiones en concursos en la primaria pero sin obtener preseas. Fue a partir de la secundaria que, con mayor empeño y seriedad, comenzó a tener resultados hasta ubicarse en la preselección nacional de Matemáticas.
Con Daniel Josué sucedió a la inversa. Ninguno de sus familiares ha optado por las ciencias básicas. Y si bien estudia Física, tiene a la materia pitagórica en igual nivel de admiración, «no solo por ser el lenguaje en que está escrito el universo, sino porque es bella en sí misma».
Sin embargo, hace solo tres años sus estudios estaban bastante distantes de la carrera que hoy cursa. Todo sucedió cuando aprendía Medicina, «no podía dejar de hacerme preguntas que me llevaban a la física y a la matemática». Entonces se percató que deseaba vivir entre números, ecuaciones y figuras geométricas.
Por su parte, Luis Enrique tenía destreza para el razonamiento matemático desde temprana edad. «Mis padres descubren esta afición cuando, jugando dominó, empecé a preguntar por qué ganan ustedes y yo no; ahí empiezo a aprender a sumar. Luego, ya multiplicaba números hasta de tres y cuatro dígitos sin apenas empezar primer grado», cuenta.
En la Enseñanza Primaria no solo ganó concursos de cálculo mental, con su hiperactividad, condujo a la profesora a recargarlo de ejercicios en esta asignatura. Cuando descubrió que podía obtener excelentes notas sin apenas estudiar comenzó a prestarle menos atención a las clases; y es en décimo grado cuando decide reencaminarse en el estudio de la materia por completo.
Con el criterio de que «cualquier actividad cognitiva que uno realice ayuda a entrenar la capacidad de análisis», Marcos no se queda en los límites de su carrera, Ciencias de la Computación. Y es que tanto esta como las matemáticas están estrechamente vinculadas y él se ha valido de dicha relación para investigar. ¿Por inteligente? Quizás, mas para el joven no es necesario un coeficiente intelectual determinado a fin de obtener resultados satisfactorios.
Aplicaciones sociales Ո Soluciones cotidianas
O le preguntan al profesor para qué sirven sus clases, o le sueltan un «no entiendo nada», o se tatúan las fórmulas en alguna parte del cuerpo para hacer los exámenes; o, simplemente, salen del aula y se saltan el turno, mientras en la pizarra dibujan una función cuadrática. Lo cierto es que la Matemática es una de las tantas asignaturas subvaloradas en los niveles inferiores de la educación. Pero ¿hasta qué punto esta ciencia puede estar presente en nuestras vidas?
«La matemática y el pensamiento lógico me ayudan muchísimo a la hora de entender y analizar conflictos de todo tipo. Es una ventaja al organizar ideas, contrastar posiciones, tomar decisiones en casi todos los aspectos de la vida», refiere Sofía. Asimismo lo asume Luis, quien aplica el rigor lógico desarrollado por esta ciencia, incluso en un dilema sentimental. Para ambos, aún queda mucho por hacer a favor de esta especialidad en la nación.
La también alumna ayudante de Análisis matemático añade, además, que es necesario mejorar la calidad del profesorado, en primera instancia; y resarcir la figura del matemático en la sociedad: «Está muy deteriorada y no hay razón para eso. En los países más desarrollados, la carrera es una de las más solicitadas, pues su perfil es de los más completos para resolver problemáticas relacionadas con el uso y avance de la tecnología».
Luis Enrique, uno de los bronces de la competencia y de la OIMU 2019, habla con amplitud de los márgenes de aplicación de la materia que estudia hace dos años, pues se pueden encontrar matemáticos ejerciendo tanto en la bolsa de valores de Wall Street como en las grandes ligas de baseball. Sin embargo, este muchacho prefiere, para su desempeño profesional, la docencia; consciente de la necesidad de anclar las enseñanzas impartidas en las aulas con su aplicación en la vida práctica.
Aunque existe cierto prejuicio que establece una correspondencia unívoca entre la carrera y la pedagogía, Juliet tiene bien claro el perfil de su campo: «El matemático en Cuba puede ser profesor de la Facultad, lo cual no es solo enseñar, sino también investigar. Puede estar en cualquier centro del polo científico, como parte de equipos multidisciplinarios; pertenecer a cualquier empresa y trabajar en asuntos económicos. Incluso, luego de graduado, se puede dedicar a la programación y ser tan bueno o mejor que un experto de la computación».
Estos son elementos que deben trascender los muros de la colina universitaria, y llegar hasta los centros educativos de niveles inferiores como parte de la formación vocacional. Deben, de igual manera, llegar acompañados de la experiencia y de la opinión de quienes hoy descubren los imanes de esta disciplina. Sí, porque en los entresijos de toda ciencia está su belleza.
De acuerdo con Daniel, hay que mostrarles esa belleza a niñas y niños desde edades tempranas. «El encanto de las matemáticas — reflexiona el ganador de bronce en las OIMUs de 2019 y 2020 — radica en los razonamientos y emociones que esta induce en sus estudiosos. Las emociones aparecen al entender algo impresionante o difícil, al resolver por ti mismo un problema».
En cambio, a Marcos le fascina ver cómo cada teorema tiene una causa que se remonta a cierto conjunto de axiomas. Las demostraciones de muchos de estos teoremas aún lo siguen dejando atónito. «Lo que más me gusta de estudiar matemáticas es leer demostraciones brillantes, a la par de hacer las mías, las propias», confiesa.
La primera delegación cubana que participó en la ICM se alzó con dos medallas de oro, una de plata, dos de bronce y una mención honorífica.
Esperemos que dentro de un año Cuba vuelva a presentarse en la IMC, en esta ocasión de forma presencial. Seguramente, el edificio «José Varona» no será el escenario; y habrá más nervios, más mesas, más seres pensantes; por supuesto, también más problemas a resolver. Quizás, vuelvan a ser seis los representantes de la UH. Seis, como diría Euclides, el número perfecto.
Diseño: Alejandro Sosa.